sábado, 4 de julio de 2009

cursilería

Los gatos siempre fueron mis mejores amigos.
Desde chica tuve esa conexión espiritual con aquellos animalitos de tanto carácter y rapidez.
Jugaba todo el tiempo a mirarlos fijamente y ver como reaccionaban, sus patitas se movían y hacían piruetas graciosas.
Desde chica que me gustan los gatos... me acuerdo la primera vez que me encontré uno, mi primera mascota y mi primer amigo, era gris y chiquito. Tenía un collar raro en el cuello, era bastante grueso y de color azul.

Una vez estabámos en el techo de mi antigua casa... mi mamá se hubiera muerto de miedo si me hubiese visto a los 4 años subir al techo, no le gustaba que me arriesgue a hacerme daño. Ahí estaba tan pequeña, ordenando un poco ya que en esa época hacía todas mis actividades en aquel sitio.
Me gustaba tanto ese techo, la idea de la independencia había aparecido bastante temprano.
Mientras ordenaba un poco las cosas me encontré con una valija llena de postales escritas en un idioma que no entendía, no sabía leer, ni podía llegar a arriesgarme a saber qué era lo que estaba escrito.
Me acomodé entre las chapas que había tiradas, pero ante la incomodidad de la suave chapadura decidí entrar en el cuartito, al cual mi mamá me decía más de grande, que un día iba a tirar todas las cosas viejas que ahí estaban... pero nunca lo hacía. Me acuerdo que cuando me portaba mal me decía eso... como si yo tuviera mucho amor por ese lugar pero no me acuerdo bien por qué...

Quizás era por aquel momento en que me encontré a ese gatito, o cuando me di cuenta escapándome a la noche de mi cuarto, que ver el cielo despejado en verano es lo más hermoso que uno tiene en este mundo o porque me hacía acordar de las veces que me escapé de casa y ocultándome hacia preocupar a mi familia sin ningún fin.
A los cuatro años entré en ese lugar que iba a cambiar mi vida luego, y en aquel momento solo jugaba con ese gatito gris que se ponía de panza para que le diera unos mimos... me acuerdo siempre de los momentos que veía el horizonte y soñaba con volar... y mis vecinos que jugaban con autitos, muñecas, y tantos otros juegos.

Me di cuenta en aquel momento, cuando veía las postales, que había muchas cosas por descubrir... Muchos sueños por despertar, y, cada vez que veía una nueva imagen de la valija me daba más ganas de escaparme... con alas... hacia algun lugar donde ser feliz...
De repente empiezo a toser... a toser mucho... me duele la espalda como si un salpullido apareciera... empieza u ndolor intenso y me desmayo.

Cuando despierto me doy cuenta que con mis alas transparentes puedo volar en mí... descubriendo cada lugar y cada hueco, cada vacío, volar quizás muy rápido o muy lento..
y si el viaje se hace muy largo y uno se cansa.. regenerar alas para poder ir todavía más lejos... quizás ese horizonte es mi falta y mi inteción, me pongo a soñar en todos los lugares que quiero conocer en mí... y crezco.

2 comentarios:

Raskolnikov dijo...

A mí también me encantan los gatos. Y me encantó leer tu texto, hizo volar en mi una sonrisa evanescente: mucha luz. Gracias por haberme hecho pasar unos breves instantes de satisfacción...

juan m dijo...

yo soy pavel pavlovitch